Pelea entre venezolanos vendedores de dulce en buses dejó uno herido en el cuello: le tomaron 16 puntos de sutura
El agresor es otro venezolano. Ocurrió en la calle 72.
Reiner Hurtado y su compañera sentimental tienen dos meses de estar en Barranquilla. La pareja llegó proveniente de Barquisimeto (Venezuela) en busca de un mejor futuro tras la difícil situación que vive su país.
Residen en una habitación en el barrio Rebolo y todos los días salen a trabajar como vendedores ambulantes en la calle 72 con el fin de obtener dinero para sobrevivir. Sin embargo, ayer tuvieron un altercado con otro venezolano en ese sector.
“Mi pareja y yo vendemos confites en la carrera 59 con calle 72 y allí tenemos compañeros que también trabajan con nosotros y uno de ellos se droga. A la hora de dialogar con ellos es muy difícil. Es así como uno de ellos se estaba metiendo conmigo y con mi esposa. Le dije que dejara la riña y que nos enfocáramos en el trabajo. Al man no le gustó la manera como le respondí y de la bolsa de confites sacó un puñal y me brincó encima con el arma blanca”, dijo el joven de 26 años.
El joven terminó lesionado en su cuello y en su muñeca izquierda.
“En ese momento estábamos en una escaleras y cuando él me brinca me raja en el cuello. Yo caigo con mi cuerpo y me fracturé la muñeca izquierda”, reveló.
El agresor, de apellido Rivero, intentó darse a la huida, pero logró ser alcanzado por la pareja hasta que la Policía llegara.
“Él intentó darse a la huida. Mi esposa y yo tuvimos que salir detrás de él, ya que se montaba a los buses pero lo bajaban”, contó.
La Policía llegó al sitio y capturó al agresor. Por su parte, el joven herido fue llevado a una clínica cercana y de allí fue remitido al Hospital General de Barranquilla, donde le tomaron 16 puntos de sutura en el cuello. Según relató Reiner, los médicos le manifestaron que el puñal estuvo a un centímetro de cogerle la vena yugular.
La pareja de venezolanos ha sentido el apoyo de los barranquilleros de buen corazón que le han tendido la mano ante la difícil situación que vienen viviendo desde que llegaron a Colombia. Ahora temen que la familia de su propio coterráneo quiera vengarse. Lo que quieren es solo seguir vendiendo sus dulces mientras se realizan el censo para saber qué otra opción de trabajo pueden conseguir.